La imagen seleccionada es una fotografía que hace parte del articulo Una política que quiere ser forma, una forma que quiere ser política. El artículo fue publicado en la Revista de Estudios Sociales n.o 35 de la Universidad de los Andes. El fotógrafo es el mismo autor del artículo, Juan Pablo Aschner Rosselli. La foto fue publicada en blanco y negro, teniendo un tamaño de 11,3 cm * 8,5 cm en la diagramación de la revista. En el artículo la imagen tiene el siguiente título: “Vista del eje lineal que conduce hacia el centro de Bogotá y que atraviesa el Centro Cultura Jorge Eliecer Gaitán diagonalmente. Fotografía del autor.” El articulo confronta la estética presente en la propuesta política de Jorge Eliécer Gaitán con la política presente en la propuesta estética de Rogelio Salmona, a la luz de un proyecto arquitectónico inconcluso en Bogotá: la Casa Museo y Centro Cultural Jorge Eliécer Gaitán[1]. El artículo se apoya con 5 imágenes, pero esta es la única que muestra el edificio como conjunto en relación con la ciudad. Las otras fotografías muestran interiores, elementos puntuales como escaleras, vanos, etc. En la actualidad, con 36 años encima, la construcción es una ruina de un proyecto inconcluso abandonado en la ciudad de Bogotá. El proyecto no le está aportando nada a la ciudad, es un espacio desperdiciado en el centro expandido de la capital.
El trabajo realizado niega todo conocimiento sobre la imagen estudiada. Efectivamente, la postura tomada a la hora de enfrentarse a la imagen fue de observar todos los elementos que en ella se podía extraer. El espectador adopta una mirada inocente frente a la imagen. Entendiendo que la técnica para la imagen es la fotografía, los problemas sobre las formas de ver son los que atañen la imagen. La visión toma un protagonismo en la reflexión y en ese contexto, el trabajo pone a prueba la fotografía como elemento capaz de revelar una visión: la visión del político a través de la visión del arquitecto a través de la visión del fotógrafo.
“Los temas de observación son aquellos que habitan las regiones más profundas del pensamiento individual, allí donde anidan los paradigmas de la subjetividad y reposan las estructuras del inconsciente antes de someterse a las obligaciones de la comunicación y a los códigos de la verbalidad, de la transcripción. Ver es un acto fundacional de nuestra relación individual con el mundo; respecto a las cosas, y es un distanciamiento y a la vez un acto de posesión; estabiliza y determina la posición desde la cual toma la palabra un individuo.”[2]
Esta concatenación de visiones se puede alcanzar sí, y solamente si, la fotografía logra, apoyada únicamente en sí misma, transmitir la visión del político y del arquitecto. Para llegar a la visión del político es compromiso del arquitecto, a través de su arquitectura plasmar dicha visión. El proyecto debe tener una coherencia a la hora de sintetizar la visión del político. Esta visión no es la del cliente, el edificio lleva el nombre del político y un programa, espacio cultural y museo, que busca rendirle homenaje a su vida y obra. Dado que el encargo busca fomentar la visión e ideas que representan el político, la arquitectura misma tiene que estar permeada por esa visión. En ese orden de ideas si no hay harmonía entre el político y la arquitectura, por más registros fotográficos que existan será imposible comunicar la visión del político en la forma construida. Inclusive por más textos que apoyen esa forma, si no hay coherencia entre la palabra y la imagen, la persona nunca estará convencida.
Este problema de la visión viene de la mano de una estrategia de comunicación. El cerebro construye un aprendizaje perceptual gracias a las imágenes siendo la fotografía la única que registra fragmentos de realidad. Si la imagen seleccionada hubiera sido una representación del proyecto, como un render o collage, la imagen pasa al campo de la representación. En esa circunstancia tendríamos que identificar los signos para poder hacer revelar los mensajes que contiene la imagen. La realidad o los grados de realidad no importarían en ese escenario. Por un lado, el espectador sabe que es una imagen que representa y no una imagen que registra. Por otro lado, la mirada en representaciones estaría puesta en el uso de las herramientas. La manera de ver en fotografía yace en lo que se ha fotografiado. En la fotografía la cámara mira por mí y me obliga a mirar algo. En esta situación, la comunicación de las ideas es totalmente visual, a través de registros de una realidad particular que ha sido separa de su lugar. En la fotografía, la imagen encierra un modo de ver. El modo de ver del fotógrafo que se refleja en su elección del tema.
Tanto el arquitecto como el fotógrafo tuvieron una responsabilidad: la responsabilidad de proyectar una visión particular. El arquitecto compuso el edificio con una forma singular que permite transmitir la visión del político. Al igual que en fotografía, lo que apreciamos no son las herramientas que permitieron la construcción del edificio. Lo que vemos en el proyecto de arquitectura es su forma final construida, su visión particular respecto a la práctica buscando evocar la visión del político. Las variables de diseño son tan abiertas como las variables a la hora de tomar una fotografía. Así pues, el fotógrafo tuvo un trabajo más arduo y fue la de, a través de una única fotografía, proyectar la visión del político y del arquitecto en un fragmento de realidad.
En este caso particular, a través de una imagen pudimos ver la sincronización de varias visiones. Una vez observada la imagen podemos introducir nuestro conocimiento previo a manera de testigo. Es sólo a través del conocimiento que podemos validar o no nuestra mirada inocente frente a la fotografía. Por más objetiva y fiel a la realidad que parezca la fotografía ha sido separada del lugar y de la misma arquitectura. Nosotros no tenemos control sobre lo que vemos en la imagen. Así como hay imágenes que potencian el proyecto de arquitectura, hay otras que muestra otra cara del mismo. Cuando el edificio sea demolido los únicos vestigios que quedan son los testigos: La planimetría que proyectaba el edificio y la visión del político. La fotografía que captura la visión del político y el arquitecto y esta memoria; que recoge la visión del político, el arquitecto y el fotógrafo.
“Cuando son compartidos, cuando se convierten en cultura, tradición y costumbres, los modos de observación constituyen, por tanto, un denominador fundamental de las relaciones sociales. Precisamente porque surgen de un acuerdo que nace de pensamiento individuales y, a su vez, determinan los demás del discurso, las maneras de observar representan una convención estable y fijan los códigos de una colectividad.”[3]